Sensaciones extrañas

El jueves pasado, todos, quien más y quien menos, hemos perdido algo importante.

Algunos, a sus seres queridos, otros, como es mi caso, esa sensación de tranquilidad que te hace pensar que nunca pasa nada, que todo ocurre lejos de casa, y que nunca te va a pasar nada.

Estos días, unos muy buenos amigos nos han dado la gran alegría de venir a pasar sus vacaciones con nosotros.

El jueves, pensamos que una buena idea para hacer por la tarde sería visitar la parte alta de Las Ramblas, Plaza Catalunya, y hacer alguna compra de recuerdos. Quiso la fortuna, que el hijo de estos amigos se durmiera, por lo que salimos más tarde de lo previsto. A las 17:15 llegábamos en coche a Barcelona, y hacia las 17:30 el navegador del coche nos desvió del camino natural para entrar a Plaza Catalunya. Todos los intentos de acercarnos fueron evitados por controles policiales que bloqeaban la entrada a la zona. Calle Balmes, Rambla de Catalunya, Ronda de San Pere, … Mientras esperábamos en el semáforo, vimos a mucha gente corriendo, que incluso cruzaba sin mirar los semáforos, y pensamos que algo raro pasaba, posiblemente alguna manifestación. La sabia decisión, fue alejarnos de allí, y buscar otra alternativa de ocio diferente.

Mientras decidíamos qué hacer, recibí la llamada de mi hermana que se interesaba por nosotros, ya que había visto lo ocurrido por TV. Hasta ese momento, nosotros ignorábamos todo lo ocurrido.

El miedo lo regalan, y de palabra es muy fácil decir que no lo tienes. Lo peor es, cuando tienes esa incerteza de saber que unos locos han decidido tomar al asalto tu tranquilidad, y que en ningún sitio estás seguro.

Es aún peor, cuando debes tomar la decisión de cancelar todos tus planes de diversión, y hacerlo de forma que el niño no sienta que estás cagándote por las patas abajo.

Vuelta al coche, y de vuelta a la playa donde estábamos pasando estos días de relax.

En pocos kilómetros, nos encontramos bloqueados en la autopista fruto de la operación Jaula. La mayor parte de la gente estaba fuera de los coches sin saber qué pasaba. Otros, saltaban las medianas para volver a Barcelona, y nosotros, … nosotros estábamos junto a la salida de las costas de Garraf, y veíamos que por allí aún se circulaba. Por allí nos metimos, y a poca velocidad, y tras casi dos horas, conseguimos llegar a nuestro destino tras pasar varios controles de seguridad.

Sigo pensando que tener miedo es una cosa, y querer demostrar al resto que no lo tienes es otra bien diferente. Me viene a la memoria, que el año pasado por estas fechas, ya se hablaba de hacer las vacaciones con estos amigos, y recuerdo con claridad, que el niño, que tenía 7 años, a su modo nos demostró que tenía miedo, que no quería salir de su particular jaula de seguridad.

Este año, ha podido más la curiosidad o los deseos de vernos, y los padres lo han tenido mucho más fácil para hacer el viaje. Pienso ahora, que no tengo ningún derecho de provocarle desazón, ni de hacerle sentir que tengo miedo, porque él a su modo no lo tiene, y la inocencia de un niño no hay que malbaratarla con los miedos que nosotros tenemos. Pienso, y siento una rara sensación de desazón, que le estamos dejando un futuro de niños con miedos a lo imprevisto, y que lo imprevisto no es la normalidad, sino la mala fe de quien decide hacer daño porque sí.

No me gustan estas raras sensaciones, y ahora que él no me ve, puedo desahogarme y plantearme llorar toda la rabia que siento en estos momentos. Mañana por la noche, cuando vuelva a verlo, me volveré a poner la máscara de falsa naturalidad.

Quiero agradecer a todas las fuerzas de seguridad, a todos los anónimos ciudadanos que han hecho que a pesar del miedo y la rabia, están consiguiendo que la vida de mi ciudad vuelva a ser normal.

Quiero también agradeceros a todos los que os habéis interesado por nosotros, y quiero pedir perdón si a alguien no le he respondido. El miedo, ese miedo que no quería demostrar al hijo de mis amigos, es el que me ha hecho no responder a algunas llamadas.

Quiero dejar de sentir miedo, quiero demostrarme que a pesar de todos los pesares, la vida sigue, y hay que vivirla. Quiero … quiero tantas cosas para el futuro, que voy a ponerme la máscara de falsa naturalidad, aquella que más desazón debería causar a aquéllos que viven pensando en las formas de evitar lo natural.

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