Soy navarro, y vivo en Catalunya desde el 11 de septiembre de 1984.
En esta tierra donde nadie me ha exigido nunca nada, aprendí a
integrarme, y 3 años y medio después, hablaba el catalán necesario para
entrar a trabajar como telefonista en TV3.
Desde febrero de 1988, he vivido momentos excepcionales de la historia
informando al público de los horarios en que podrían ver por ejemplo los
juegos olímpicos, las victorias del Barça, la caída del muro de Berlín,
las imágenes más duras de las guerras del Golfo o de Bosnia, las horas
en que el Tomàtic felicitaría a los niños por su cumple, o tantas y
tantas cosas que han marcado toda una generación de catalanes, y no
catalanes, que como yo decidieron aprender una lengua nueva para
sentirse integrados en una región donde se admite sin pestañear a quien
quiere integrarse y vivir.
He sido testigo de tantas innovaciones que llegaron a España de la mano
de la gente ilusionada de TV3, como por ejemplo el dual, la
audiodescripción, la tdt, las emisiones en 3d, en las que TV3 fue pionera.
TV3, aquélla a la que se le pide todo por ser pública, pero a la que se
le niega el pan y la sal por ser catalana y en catalán, me ha dado
muchas alegrías y seguramente muchos sinsabores.
Me siento orgulloso de haber formado parte de este proyecto y de seguir
formando parte del mismo, apesar de los políticos de todas las cuerdas
que desde siempre han pretendido, pretenden y pretenderán servirse de
nosotros, sin reparar en que somos personas, un día ilusionadas en un
proyecto de servicio a todos los teleespectadores y no de las diferentes
cadenas.
Hoy los políticos siguen utilizándonos como arma arrojadiza, sin pensar
que mientras ellos se divierten, familias y familias pierden algo por lo
que han luchado. Unos perdemos nuestro trabajo y nuestra ilusión, y
otros pierden esa referencia generacional que aunque a muchos les duela,
sigue siendo TV3.
por eso, que no es poco, quiero gritar bien fuerte:
#TV3NoEsToca.